Fundición en Hialeah materializa los sueños de un cubano
Lázaro Valdés creyó religiosamente que su destino estaba ligado a dedicarse por completo a las Ciencias Geográficas, profesión que estudió en la Universidad de Pinar del Río y en la que se graduó con honores en 1990.
Pero en un viaje a La Habana su historia de vida cambió. Valdés quiso comprar una artesanía de edición limitada para llevársela de regalo a su novia. Cuando preguntó por el precio, el vendedor simplemente atinó a responderle que estaba fuera del alcance de su bolsillo.
“Costaba $400”, dijo Valdés, de 46 años. “Esa semana regresé a Pinar del Río con la idea de hacer mi propia pieza de arte. Estaba seguro de que yo también podía hacerlo, algo me decía que era capaz”.
Valdés no solo hizo una pieza de madera cuidadosamente tallada a mano, sino varias más. Su nombre comenzó a escucharse en cada rincón. La gente empezó a reconocer su trabajo y, al final, las autoridades también.
Lo demás es historia: Valdés ganó una competencia local de esculturas y el derecho a presentarse en Colombia, Venezuela y México. Viajó a mediados del 2000 para participar en una serie de exposiciones artísticas.
“Y ya tú sabes qué pasa cuando un cubano vuela!”, dijo Valdés.
Doce años después, Valdés es dueño de Asubronze, una fundición y mantenimiento de esculturas, ubicada en el noroeste de Miami. La fundición es una empresa familiar, especializada en la fabricación artesanal de esculturas monumentales y piezas decorativas de bronce. Las técnicas implementadas por Valdés y su talento artístico han hecho que la fundición sea tan reconocida como los talleres italianos de Pietrasanta, en la costa norte de Toscana.
La fundición de Valdés reúne a artistas de todo el mundo que envían o llegan personalmente con sus obras a pequeña escala para que Valdés les dé formas mayores en bronce o las someta a un tratamiento especial de mantenimiento.
“Soy un autodidacta y desde que llegué nunca hice otra cosa que no sean esculturas”, declaró Valdés. “Ha sido un recorrido largo pero creo que valió la pena”.
Valdés trabaja con su familia, una familia que dedicó la mayor parte de su tiempo a trabajar en los campos cubanos de Pinar del Río. Pero Tan pronto como Valdés se estableció en Miami los otros miembros del clan familiar fueron llegando poco a poco. Cada uno tiene un rol determinado, un oficio que han aprendido y perfeccionado con la práctica.
Así, el padre de Valdés, quien siempre fue un agricultor, es ahora todo un maestro en hacer moldes; mientras que la hermana, tíos y primos son expertos en soldar piezas y fundir el bronce, entre otros.
“Nosotros tenemos la virtud de buscar nuestro pan unidos como una familia y trabajando en lo que nos gusta”, explicó Valdés. “Lo disfrutamos y, si tenemos que trabajar 34 horas seguidas, lo hacemos”.
Sus comienzos no fueron sencillos. Valdés empezó vendiendo piezas talladas en madera en la Calle Ocho hasta que una leyenda de la escultura cubana, Tony López, vio sus trabajos y lo contactó para que se hiciera cargo de los famosos Gallos de la Pequeña Habana.
Luego Valdés ganó un concurso para diseñar las estatuillas de los Premios Lo Nuestro. Con estos y otros trabajos, incluyendo una serie de estatuas de San Lázaro, Valdés ahorró un dinero con el que pudo cubrir el alquiler de su primer almacén. Al mes siguiente un coleccionista privado le pidió una placa de bronce. Semanas más tarde recibió la llamada de un banco para que se encargue de preparar una colección única y original en bronce.
Hoy, ya establecido y con un reconocimiento internacional de primera línea, Valdés recibe pedidos de museos y empresas privadas como Royal Caribean y Cartier. Para la línea de cruceros Valdés hizo dos árboles gigantescos que adornan los interiores de los cruceros más grandes del mundo, el Allure y Oasis of the Seas.
“Les hice dos parejas de árboles de más de 25 pies. Viajé a Finlandia a soldarlas porque eran muy grandes. Incluso hubo que cortarlos para enviarlos”, dijo Valdés.
En el caso de Cartier, la fundición de Valdés es la encargada del mantenimiento y los acabados de los paneles y piezas decorativas de las sucursales de la exclusiva joyería y relojería francesa en Latinoamérica y el Caribe.
Semanalmente también recibe solicitudes de representantes de escultores como el recordado Manuel Carbonell, y artistas de la talla como el colombiano Fernando Botero y la escultora argentina Beatriz Gerenstein, el estadounidense Jeff Koons y Jiménez Deredia, escultor costarricense, entre otros.
Valdés dijo que su relación con los artistas es muy estrecha y cálida. De hecho, explicó que en más de una oportunidad, el artista y los miembros de la familia Valdés terminan compartiendo un almuerzo con sabor cubano.
“Llegan aquí como si fueran parte de la familia”, indicó Valdés. “Por ejemplo Botero, que habla igualito como si estuviera en Medellín, es muy atento conmigo”.
La más reciente entrega de Valdés está en el centro de Miami: el agrandamiento de la escultura-homenaje a la operación Pedro Pan, obra de Enrique Martínez Celaya.
“Fue una pieza que trabajamos 34 horas seguidas en los detalles. Quedamos muy satisfechos”, dijo Valdés.
Ricardo J. González, un especialista en arte que representa las obras del recordado Carbonell, declaró que la creatividad y empeño del pinareño Valdés han convertido a su fundición en una marca registrada.
“Lázaro hace mejores trabajos que en Italia.”, comentó González. “Su obra es genial y todo lo que ves aquí es su inventiva. Ha llevado su nombre muy lejos”.
http://www.elnuevoherald.com/2012/11/19/1347164/nacidos-de-un-sueno.html